La expropiación de Canal 22

Con la salida del escritor Jorge Volpi de la dirección de Canal 22 podemos intuir los motivos para la llegada de Irma Pía González Luna, una panista dedicada a la comunicación social oficial. Contra la tradición de designar a intelectuales y profesionales de la televisión para este canal cultural, Calderón se ha inclinado por un criterio político, de cara al cierre del sexenio. Más allá de los incuestionables méritos personales y profesionales de Irma Pía González, a quien considero una funcionaria honesta, capaz y de trayectoria impecable, la decisión presidencial arroja dudas sobre el proyecto de televisión cultural. Canal 22 había logrado mantenerse relativamente al margen de gobiernos priístas y panistas, gracias a que sus titulares (José María Pérez Gay, Enrique Strauss y Volpi) no formaban parte de una cadena de mando política. El nombramiento de Irma Pía rompe la tradición que Salinas, Zedillo y Fox habían mantenido desde la refundación de este canal en 1993. La nueva directora del 22 fungía como asesora de imagen y medios de Alonso Lujambio, en la construcción de su candidatura, luego de ser subsecretaria de normatividad de medios en Gobernación. Por lo anterior, es razonable el temor de una politización de este proyecto cultural en la sucesión del 2012.

Con todo, Irma Pía González tiene una virtud: no es del ITAM. Y no es que tenga algo contra esa institución, al contrario, pero resulta inquietante la endogámica tendencia a usar itamitas para puestos de toda índole, sin experiencia previa en el sector al que se les asigna. En cierta forma el ITAM ha sustituido al servicio profesional de carrera en el sector público cuando de titulares se trata. Una y otra vez, Calderón ha recurrido a jóvenes economistas para los puestos más variopintos. A principios de enero designó a Dionisio Pérez-Jácome secretario de la SCT, quien sabía del tema de las comunicaciones tanto como Molinar Horcasitas cuando lo asumió: nada. De lo que sí sabía Pérez-Jácome era de energía, sector en el que había desempeñado varias tareas entre 1997 y 2005. Pero para Energía, Calderón optó por José Antonio Meade, un economista del ITAM con amplia trayectoria en el sistema bancario, pero nula en materia de petróleo o electricidad. Sustituía a Georgina Kessel, otra economista de esa casa de estudios.

También es economista Mikel Arriola, que esta semana pasó de una oficina menor de la SHCP a dirigir la Cofepris, luego de la salida de Miguel Ángel Toscano por el escándalo de los productos milagro. Toscano había lanzado una fuerte presión para endurecer las normas en contra de la publicidad de los productos seudomédicos que plagan los infocomerciales de la televisión prometiendo curas milagrosas. El senador panista Federico Doring reveló hace unos días que Toscano salía por presión de las televisoras, que no han querido perder la considerable ganancia que generan estos anuncios.

Y para reemplazar la salida de Alfredo Elías Ayub de la CFE hace unos días Calderón tampoco necesitó head hunters entre conocedores del sector eléctrico. Para qué, si tenía otro economista itamita disponible que cumplía con el requisito de carecer de experiencia en el tema: Antonio Vivanco, asesor de Los Pinos procedente de Hacienda. Tales nombramientos llevaron a Sergio Sarmiento a cuestionar esta estrategia de “escuelita” que sigue Calderón, de designar a funcionarios sin conocimiento de sus nuevas responsabilidades, condenando al sector en cuestión a una costosa curva de aprendizaje, con cargo al país. En su artículo, Sarmiento lamentaba que el Presidente considerara “tan malos nuestros ingenieros y farmacobiólogos que hay que traer a economistas del ITAM que se hagan cargo de todo puesto de mando en el sector público”, refiriéndose a CFE y Cofepris.

Desde luego el problema no es de los economistas del ITAM, sino de quien los convoca a tareas que les son ajenas. La culpa no es del tenedor si no puede cortar como cuchillo. Puedo imaginarme a talentosos profesionales exprimiendo su Excel para cuadrar con números lo que debía resolverse con experiencia para enfrentar a las televisoras y laboratorios médicos, a la dependencia energética de México, o la confrontación entre Slim y Azcárraga.

En estas designaciones Calderón se ha guiado más por criterios vinculados a la lealtad y el control, que a los de la eficiencia. No son los mejores para el puesto, pero son los que le ofrecen a Los Pinos una sensación de seguridad, derivada de la juventud, la lealtad y la inexperiencia. Ciertamente sería más complejo para el Presidente si hubiese optado por personajes notables, líderes y conocedores de sus respectivas áreas. El costo es altísimo, pues mientras Calderón gana control las instituciones se debilitan.

El caso de Canal 22 obedece a la misma lógica de control presidencial, pero con un elemento adicional que lo hace más inquietante. Irma Pía González conoce de la televisión bastante, más que este rosario de economistas a sus respectivas asignaciones. Justamente eso es lo preocupante. Conoce la televisión desde la perspectiva de quien ha trabajado en el posicionamiento de candidatos panistas y en la elaboración de campañas oficiales. No debemos olvidar que el 22 en última instancia se encuentra en un sector cuya cabeza es la SEP, es decir, Lujambio y sus afanes preelectorales. Quizá no esté equivocado Roberto Olivares, en un comentario en Facebook: “¿Me perdí el decreto en el que el gobierno (en este caso panista) recupera para sí el Canal 22? Más allá de la trayectoria de la nueva directora, el tema es que ¡nos acaban de expropiar un canal de televisión!”.

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